La traducción de la creación es una profanación

Mucho se ha hablado del arte de traducir, porque al fin y al cabo no deja de ser un arte. Llegar a conseguir una creación paralela a la inicial con el fin de llegar a tener el mismo producto inicial pero en un cambio de lengua es todo un logro. Sin embargo, no son pocos los estudiosos que piensan que traducir un producto de una lengua a otra al final el discurso resultante no es tan auténtico como el inicial. De esta manera, el texto inicial se profana a raíz de este último. De ahí que se piense que la traducción es un arte. Esto se puede ver en cualquier medio y en cualquier disciplina, nosotros nos apoyaremos en el Arte, y es que podemos partir de cualquier novela, poema, película, serie, videojuego… Nos es totalmente indiferente, porque como veremos el resultado es el mismo.

Hay que tener en cuenta que la obra de arte -entiendo en este caso como obra de arte cualquier producto creacional de una disciplina cualquiera antes mencionada- se compone de dos partes totalmente indivisibles. En otras palabras, una obra de arte es una buena obra de arte si tiene una buena forma y un buen contenido. Dicha obra de arte no será tan buena si una de las dos es un poco floja. Por ejemplo, en literatura, Cien años de soledad de Gabriel García Márquez es una obra total porque combina muy bien la forma, que es cómo cuenta la historia, y el contenido, que es el fondo, que es toda la historia y su trasfondo argumental. Por el contrario, Cincuenta Sombras de Grey de E. L. James no es una obra total porque no combina para nada la forma y el contenido, es decir, no tiene forma ninguna, es puro contenido.

Con esto queremos decir que si ya en la obra original es difícil conseguir una unión auténtica y pura entre forma y contenido, a la hora de hacer la traducción, por muy bueno que sea el traductor, siempre se va a profanar el texto de alguna manera, tanto por un lado como por el otro. El ejemplo más claro de esto que estamos tratando lo podemos ver en la poesía. Directamente, al hacer la traducción de algún poeta clásico inglés al español, la rima se va a perder y la forma se va a profanar. En la Edad de Oro, predominaba el soneto, por lo tanto, si leemos un poema de Shakespeare en español, nos daremos cuenta de que no rima, y si rima, es casualidad. Además, puede que el léxico que utilizara, sonase incluso raro en español. Por lo tanto, en esta traducción reina la incertidumbre.

Y es que la traducción implica tener como objetivo llegar a conseguir esa perfección total del texto inicial sin profanarlo demasiado, algo que es inevitable para el traductor. En poesía lo vemos claramente, pero lo mismo sucede con las series o con las películas por ejemplo. Así pues, si dominamos levemente el idioma original y queremos disfrutar de la obra de arte en todo su esplendor, lo mejor será ver la creación original, a no ser que la forma nos importe más bien poco. Pero como hemos dicho antes, es un arte difícil de conseguir, y que nunca dejará de perfeccionarse. Por lo tanto, sigamos creando, sigamos traduciendo y sigamos profanando.

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